Whiteout Poetry
En la era de la visibilidad indiscriminada, del exhibicionismo obsceno y del voyeurismo superlativo no hay nada tan inquietante como aquello que nos ciega. Un tipo extiende blanco de España sobre las vidrieras de un escaparate, un espacio concebido para mostrar, exponer, enseñar y seducir que va quedando desactivado a medida que aquel individuo pinta su superficie. Dejamos de ver y esa performance ocultadora se transforma, sin pretenderlo, en un acto de resistencia, en un gesto contra la compulsión de esa mirada vacía que se desenvuelve en medio de la vorágine. Es precisamente la negación de la imagen provocada por esa capa opaca de pintura, la que consigue atraer el interés de un entendimiento que, de manera habitual, comparece sobrepasado por la multitud de estímulos que nos rodean, una visión fácil que surfea por encima de lo cómodo, de lo inmediato y de lo superfluo.
El escaparate, la cristalera, la vitrina, dejan de contener para ganar la autonomía de un dispositivo pictórico tan involuntario como consciente, tan extra-artístico como plástico y estético. El trazo, la pincelada y el ritmo de ese actor improvisado son el detonante de una propuesta que surge del interés de Jorge Isla por dotar los símbolos casuales de un valor del que carecen en su origen, y lo hace, en un extraño contrasentido, a través de una práctica fotográfica y videográfica que legitima y procura la propia independencia de la pintura. Como si de un objeto encontrado se tratara, como si fuera la documentación de una acción hallada, el artista documenta la técnica, la estética y la idea de un pintor que trabaja con otro objetivo. Isla crea vínculos evidentes con la historia del arte, con el gesto del expresionismo abstracto, con el existencialismo informalista, con la negación del tachismo y con la ocultación de un blackout poético que, aquí, transmuta en una whiteout poetry cargada de sentido.
Esos cristales blanqueados suelen anunciar la defunción de un sueño, pero también el nacimiento de un nuevo proyecto que permanecerá oculto hasta que se produzca el desvelamiento. Puede parecer que Jorge Isla nos habla, con sutileza, de esa crisis económica que se exhibió a base de locales cerrados, de vidrieras precintadas con ese material barato que es el blanco de España, un velo cegador que da forma a un singular mapeado de fracasos. Quizás sea eso pero también otras cosas. En un mundo superfluo donde queremos aparentar que cualquier gesto, incluso el más frívolo, es un posicionamiento, Isla siempre ha tenido un interés coherente por lo intrínsecamente artístico, por la forma, por los medios, por el lenguaje, por la comunicación, por todo aquello que se refiere a la creación, al concepto de límite, de barrera, al carácter necesariamente innecesario del arte, a su consciente inconsciencia, al azar y a la casualidad, por eso fija su atención en esta pintura realizada por el gesto involuntario, convirtiéndola en una toma de posición formal sin estridencias, ostentaciones, ni falsas apariencias.
Fernando Gómez de la Cuesta
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